miércoles, 16 de octubre de 2013


“PERSECUCIÓN DEL POBRE jManuel”

“Ust’inot te pobre jManuel”

 Introducción

Este pobre es muy conocido por sus grandes obras, tiene, además un rostro común entre los pobres. Conoce bien el trabajo y la vida del campo, muchos lo recibieron en sus casas, le dieron de comer y un lugar para descansar.

Es sencillo, sonriente y su presencia es humilde. Al final del contacto con él, se descubre al Hijo de Dios, al Cristo en medio del a vida, en la naturaleza, en el sufrimiento y en las culturas. En este cuadernillo les sugerimos leer y reflexionar con otros, para que juntos compartan sus experiencias.

La Ceiba.

El pobre Manuel visitaba las grandes montañas y pueblos. Un día se encontró por el camino con una amiga que se llamaba La Ceiba, se acercó a ella y le pidió posada para dormir una noche porque ya se hacía tarde, entonces la Ceiba abrió las puertas de su casa y le dijo:

“adelante amigo, ten confianza en mí, nadie sabe por dónde andas, descansa y duerme tranquilo”.

Mientras descansaba, el pobre Manuel comenzó a platicar con su gran amiga y luego, antes de dormirse, le sirvieron una riquísima cena. En la noche cuando estaba durmiendo el pobre Manujel, pasó un grupo de  hombres preguntando por él, pero no obtuvieron respuesta porque nadie se dio cuenta en dónde se había quedado a dormir.

Entre tanto, La Ceiba, a través de las bonitas pláticas con el pobre Manuel, descubre que es el Hijo de Dios. Al día siguiente se levantó muy de madrugada y se despidió diciendo: “Amiga, estoy muy agradecido de todo, bendita sea tu casa y toda tu vida, desde ahora serás más grande y resistente a los demás.

El Cedro (árbol santo)

El Pobre Manuel recorría las hermosas montañas, cuando se encontró de nuevo con un amigo que se llamaba el Cedro. Se saludaron amistosamente, en seguida le pidió posada a su amigo, pues estaba demasiado cansado. Desde entonces el amigo abrió las puertas de su casa y le entregó todo lo que había.

Como estaba muy cansado, por la noche se acostó en una tabla de madera. Antes de amanecer, se levantó para despedirse de su buen amigo y le dijo: “no sé cuando vuelva a visitarte, pues hay algunos malentendidos de mis obras y me andan persiguiendo. No tengo con qué agradecer esto que haces conmigo, pero vendrán otros que te estimen y te harán lo mismo que tú hiciste conmigo”.

La Caoba

Unos días después, el pobre Manuel se encontró con otro elemento muy miserable que se llamaba la Caoba. Ella no quería hablar, pero empezó a preguntarle al pobre Manuel, de dónde venía, a dónde va, qué buscaba y por qué andaba como un limosnero.

Entonces, el pobre Manuel se inclinó un buen rato para pensar, luego levantó la cabeza diciendo: “quiero que no te molestes, déjame tan solo descansar bajo la sombra de este árbol”, así fue como se quedó dormir en un lugar sucio y mojado. Al día siguiente se despidió de ella, pero sin agradecimiento. Por eso la mayor parte de estos árboles son podridos por dentro y con lodo en el tronco.

El Sembrador

En otra ocasión, junto al camino estaba un campesino sembrando en su milpa cuando llegó el pobre Manuel preguntando: “oiga mi hermano ¿qué semilla está sembrando?, el campesino contestó: “estoy sembrando piedras”. El pobre Manuel contestó diciendo: “en esta milpa cosecharás piedras y vivirás como ellas”, y siguió su camino.

Al día siguiente muy temprano el campesino salió de su casa para ir a terminar la siembra de su milpa. Al llegar se puso a llorar amargamente, pues ya no pudo sembrar el maíz debido a que había cantidad de piedras de todos los tamaños, y así cosechó piedras.

El Pozol

Un día cuando pasaba el pobre Manuel por las milpas de campesinos que están junto al camino, encontró una mujer con su esposo sembrando maíz amarillo. Los saludó, y les pidió un poquito de pozol para quitar el hambre y la sed que venía aguantando por todo el trayecto del camino.

La pareja le contestó: “Señor, ya se nos terminó el agua por el calor”. El pobre Manuel ordenó a la mujer y a su esposo diciéndoles: “vayan y levanten aquella piedra, encontrarán agua fresca para siempre y así no sufrirán más sed en sus trabajos”. Entonces se fueron y encontraron suficiente blanca y fresca.

Al ver el agua invitaron al pobre Manuel para que tomaran juntos el poquito pozol que tenía, después se despidió de la mujer y del hombre diciendo: “si alguien pasa a preguntar por mí, díganle que aquí me vieron pasar cuando apenas estaban sembrando su milpa”. Al siguiente día se cumplió lo dicho y la milpa ya estaba en color y el dueño doblando.

El Pobre Invitado

Por donde quiera que iba pasando el pobre Manuel, encontraba mucha gente sembrando porque era el mero tiempo para la siembra de maíz, frijol, calabazas, camotes, yucas, plátanos y otros.

Por la última milpa encontró a un hombre sembrando maíz blanco y negro. Como ya era tarde ya no quiso pasar más, entró a revisar los agujeritos para ver cuántos granitos de maíz le habían puesto el hombre. Después entró a sembrar y el campesino no se dio cuenta de cómo se terminó toda la siembra de su milpa.

Una vez terminada la siembra, el campesino invitó al pobre Manuel a su casa. Al llegar le presentó a su esposa y le dijo:   “mira traigo este pobrecito que me ayudó a sembrar y con él pude terminar la siembra de nuestra milpa”. La mujer salió a recibir al pobrecito y le dio un abrazo.

Mientras el pobrecito descansaba, la mujer estaba muy preocupada porque no tenía espacio suficiente en su casa para hospedarlo, además no sabía cómo agradecerle su trabajo. Más tarde mató la única gallina que tenía para convivir con la visita.

Cuando la mujer estaba desplumando la gallina llegó el pobrecito junto a ella y le dijo: “no vayas a tirar las plumas en cualquier parte sino que vas a dejarlas dentro del gallinero, déjalo bien cerrado y hasta mañana lo abrirás como siempre”.

Cuando la cena ya estaba servida en una mesita redonda, llamaron al pobrecito para que se sirviera con ellos. Cuando entró bendijo la cena y al terminar vieron que casi no comió nada. Lo dejaron dormir en la casita en donde ellos dormían y ellos durmieron en la cocina.

Como a la media noche la mujer despertó a su esposo porque ella desde la cocina miraba una vela encendida en la casa donde estaba durmiendo el pobrecito, pero también se veía como la luna llena cuando viene asomado desde el horizonte. Después de eso  ya no se durmieron y vieron salir al pobrecito.

La mujer fue a levantar el petate y encontró una cosa envuelta bajo la almohada. En seguida el hombre sale corriendo para alcanzar al pobrecito y entregarle lo que se le había olvidado. Cuando lo alcanzó le entregó el envoltorio, pero él no lo quiso recibir y se lo regresó para que se lo diera a la mujer.

Al llegar al hombre a su casa, cantó el gallo desde el gallinero y decía “quihi quiriquito, quihi quiriquito”, que quiere decir Jesucristo, Jesucristo. Mucha gente oyó cantar el gallo, y todos lo que querían cambiar.

Al amanecer, la mujer abrió el gallinero y vio salir primero a un gallo grandote, luego las gallinas, después los polluelos de distintos tamaños y colores.

Entonces la mujer saltó de alegría y le dijo a su esposa: “podemos dar gracias a Dios por la gran obra que su Hijo hizo por nosotros”. Desde entonces quemaron vela e incienso.

El Elote

El pobre Manuel pasó a pedir unos elotes a un campesino que estaba cortando su milpa, pero este no quiso regalarle nada, además le dijo, que no están para regalar sino para vender al que quiera.

En la tarde del mismo día vino un fuerte ventarrón, tiró las mejores partes de la milpa y quedó como que alguien pasó rodando un trozo de madera. Al otro día llegó el campesino y no sabía qué hacer, se enojó y empezó a reclamar…

Más adelante llegó el pobre Manuel a una milpa que apenas estaba en jilotes, ahí le regalaron una redecita de jilotes, pero sólo dos agarró. Al otro día ya había elotes y cada caña estaba cargada con dos mazorcas. También dieron gracias a Dios quemando vela e incienso.

El pescador

Un día llegó el pobre Manuel a la orilla de una laguna, allí encontró a un hombre pescando en una balsa, pronto lo llamó y le dijo: “amigo, trae tu balsa y hazme el favor de pasarme de aquel lado”.

Contestó el pescador: “Señor, mientras vengo retírese tantito”, entonces el pobre Manuel se subió en un árbol que está junto a la orilla de la laguna, este árbol se llama patathe.

Los perseguidores

Un grupo de hombres llegó también a la orilla de la laguna, tratando de agarrar al pobre Manuel, comenzaron a buscar por donde se veían las huellas. Uno de ellos se tiró a tomar el agua de la laguna, y cuando estaba tomando el agua, miró a una persona sentada bajo el agua y luego gritó diciendo: “¡véngan  todos, aquí está sentado bajo el agua a quien venimos persiguiendo!”. Pronto se acercaron también a tomar agua, pues pensaban terminarla entre todos y así poder agarrar al que está bajo el agua. Pero era solo la sombra que se reflejaba de aquel que estaba sentado en la punta del árbol.

Después fueron retirándose uno por uno porque ya no les cabía más agua en sus barrigas y uno de ellos, fue a tirarse boca arriba bajo la sombra del patathe, en cuya punta estaba trepado al pobre Manuel, aquél, al verlo, se levantó gritando: “!Hey, vengan todos a rodear el tronco del patathe”. Y cuando ya lo tenían rodeando miraron al pobre Manuel que estaba en la punta del patathe.

Todos intentaron subirse al árbol, pero nadie lo logró porque se les resbalaban las manos en la corteza del árbol, pero también porque estaban llenos de agua. Después trataron de cortar el árbol, pero resulta que a cada cortada que le daban al árbol se iba haciendo cada vez más grande y no pudieron hacer nada. El pobre Manuel se desapareció en medio de ellos.

La fiesta del Carnaval

En cierto momento el pobre Manuel se sintió muy solo, triste, desanimado y nervioso. Era totalmente infeliz, porque no sabía qué hacer y los perseguidores se acercaban cada día más.

Un día llegó a un pueblo grande y ahí platicó con algunas mujeres y algunos hombres. Con ellos organizó una fiesta con la finalidad de que cuando llegaran los perseguidores se detuvieran un poco.

Todo el pueblo aceptó celebrar la fiesta sorpresa, nombraron sus alguaciles y cooperaron para que tuvieran todo lo necesarios para la fiesta, principalmente en cuanto a la alimentación de los visitantes que llegarían de los distintos pueblos cercanos.

La fiesta estaba muy divertida, unos tocaban toda clase de instrumentos y otros cantaban, unos jugaban y bailaban mientras otros mantenían orden y otros negociaban haciendo intercambio de mercancías. De pronto llegaron los que perseguían al pobre Manuel, se acercaron dónde estaban los músicos y encontraron a uno que tocaba muy bonito la guitarra.

Le preguntaron que en donde había aprendido a tocar la guitarra y en donde había comprado esa preciosa guitarra. El músico contestó diciendo: “mi papá me enseñó a hacerla y él mismo me enseñó a tocarla”, al oír esto todos quedaron admirados. Mientras los perseguidores se entretenían en la fiesta, se desapareció el que tocaba muy bonito la guitarra y ninguno de ellos se imaginó con quién había estado hablando.

En la fiesta estaban sirviendo una vida bebida muy sabrosa que no dañaba a la gente. Los alguaciles la tenían guardada en unos recipientes limpios y  muy resistentes, pero los perseguidores fueron a tirar a escondidas toda la bebida y volvieron a llenar los recipientes otra vez, pero ya con sus orines y dejaron todo ordenado como estaba.

Entonces la fiesta se desordenó, todas las gentes se pusieron como locos y empezaron a regañarse, se gritaban diciendo mentiras, se incapacitaron y así fueron retirándose uno por uno. Por eso ahora el que toma demasiado trago se pone como loco porque ya estaba revuelto con un líquido que penetra el mal a la gente.

Agarraron al pobre Manuel

El pobre Manuel estaba agotado por todos los sufrimientos que le venían pasando en todos los lugares. Desmayado de tanto sudor, sed y hambre, ya no aguantaba más. Por eso se hizo a un lado del camino y se sentó bajo la sombra de una mata de plátano guineo real.

Mientras se recuperaba, llegó un pájaro a pararse en las hojas del guineo, el pájaro comenzó a gritar de esta forma: “¡pehe!, “¡pehe!, “¡pehe!,”. Cuando gritaba, agachaba la cabeza señalando que alguien estaba bajo las hojas del guineo.

El pobre Manuel se sentía muy molesto por causa del canto del pájaro, por eso lo maldijo diciendo: “No me gusta lo que has hecho, ¡que feo!, ¡que feo eres!, no sirves para nada”.

De pronto llegó el grupo armado para agarrar al pobre Manuel que desde lejos había oído el grito del pájaro. Cuando llegaron, se dirigieron derecho hacia donde señalaba el pájaro. Rodearon y agarraron violentamente al pobre inocente y le aplicaron toda clase de torturas. Le salían sangre por todas partes de su cuerpo, por eso ahora existe el guineo morado, por los golpes y la sangre que brotó del pobre Manuel.

El pobre Manuel estaba rezando de rodillas cuando llegó el grupo armado por él, pero no respetaron su oración. El pájaro que entregó al inocente pobre Manuel abre muy ancha su apestosa boca para gritar. Hoy se llama este pájaro “fea” y comienza a gritar a las cuatro de la mañana en los meses de marzo y abril. La carne de este pájaro no se come, está prohibido por la maldición que tiene.

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