“PERSECUCIÓN
DEL POBRE jManuel”
“Ust’inot te
pobre jManuel”
Introducción
Este pobre es muy conocido por sus
grandes obras, tiene, además un rostro común entre los pobres. Conoce bien el
trabajo y la vida del campo, muchos lo recibieron en sus casas, le dieron de
comer y un lugar para descansar.
Es sencillo, sonriente y su presencia
es humilde. Al final del contacto con él, se descubre al Hijo de Dios, al
Cristo en medio del a vida, en la naturaleza, en el sufrimiento y en las
culturas. En este cuadernillo les sugerimos leer y reflexionar con otros, para
que juntos compartan sus experiencias.
La Ceiba.
El pobre Manuel visitaba las grandes
montañas y pueblos. Un día se encontró por el camino con una amiga que se
llamaba La Ceiba, se acercó a ella y le pidió posada para dormir una noche
porque ya se hacía tarde, entonces la Ceiba abrió las puertas de su casa y le
dijo:
“adelante amigo, ten confianza en mí,
nadie sabe por dónde andas, descansa y duerme tranquilo”.
Mientras descansaba, el pobre Manuel
comenzó a platicar con su gran amiga y luego, antes de dormirse, le sirvieron
una riquísima cena. En la noche cuando estaba durmiendo el pobre Manujel, pasó
un grupo de hombres preguntando por él,
pero no obtuvieron respuesta porque nadie se dio cuenta en dónde se había
quedado a dormir.
Entre tanto, La Ceiba, a través de las
bonitas pláticas con el pobre Manuel, descubre que es el Hijo de Dios. Al día
siguiente se levantó muy de madrugada y se despidió diciendo: “Amiga, estoy muy
agradecido de todo, bendita sea tu casa y toda tu vida, desde ahora serás más
grande y resistente a los demás.
El Cedro (árbol santo)
El Pobre Manuel recorría las hermosas
montañas, cuando se encontró de nuevo con un amigo que se llamaba el Cedro. Se
saludaron amistosamente, en seguida le pidió posada a su amigo, pues estaba
demasiado cansado. Desde entonces el amigo abrió las puertas de su casa y le
entregó todo lo que había.
Como estaba muy cansado, por la noche
se acostó en una tabla de madera. Antes de amanecer, se levantó para despedirse
de su buen amigo y le dijo: “no sé cuando vuelva a visitarte, pues hay algunos
malentendidos de mis obras y me andan persiguiendo. No tengo con qué agradecer
esto que haces conmigo, pero vendrán otros que te estimen y te harán lo mismo
que tú hiciste conmigo”.
La Caoba
Unos días después, el pobre Manuel se
encontró con otro elemento muy miserable que se llamaba la Caoba. Ella no
quería hablar, pero empezó a preguntarle al pobre Manuel, de dónde venía, a
dónde va, qué buscaba y por qué andaba como un limosnero.
Entonces, el pobre Manuel se inclinó
un buen rato para pensar, luego levantó la cabeza diciendo: “quiero que no te
molestes, déjame tan solo descansar bajo la sombra de este árbol”, así fue como
se quedó dormir en un lugar sucio y mojado. Al día siguiente se despidió de
ella, pero sin agradecimiento. Por eso la mayor parte de estos árboles son
podridos por dentro y con lodo en el tronco.
El Sembrador
En otra ocasión, junto al camino
estaba un campesino sembrando en su milpa cuando llegó el pobre Manuel
preguntando: “oiga mi hermano ¿qué semilla está sembrando?, el campesino
contestó: “estoy sembrando piedras”. El pobre Manuel contestó diciendo: “en
esta milpa cosecharás piedras y vivirás como ellas”, y siguió su camino.
Al día siguiente muy temprano el
campesino salió de su casa para ir a terminar la siembra de su milpa. Al llegar
se puso a llorar amargamente, pues ya no pudo sembrar el maíz debido a que
había cantidad de piedras de todos los tamaños, y así cosechó piedras.
El Pozol
Un día cuando pasaba el pobre Manuel
por las milpas de campesinos que están junto al camino, encontró una mujer con
su esposo sembrando maíz amarillo. Los saludó, y les pidió un poquito de pozol
para quitar el hambre y la sed que venía aguantando por todo el trayecto del
camino.
La pareja le contestó: “Señor, ya se
nos terminó el agua por el calor”. El pobre Manuel ordenó a la mujer y a su
esposo diciéndoles: “vayan y levanten aquella piedra, encontrarán agua fresca
para siempre y así no sufrirán más sed en sus trabajos”. Entonces se fueron y
encontraron suficiente blanca y fresca.
Al ver el agua invitaron al pobre
Manuel para que tomaran juntos el poquito pozol que tenía, después se despidió
de la mujer y del hombre diciendo: “si alguien pasa a preguntar por mí, díganle
que aquí me vieron pasar cuando apenas estaban sembrando su milpa”. Al
siguiente día se cumplió lo dicho y la milpa ya estaba en color y el dueño
doblando.
El Pobre Invitado
Por donde quiera que iba pasando el
pobre Manuel, encontraba mucha gente sembrando porque era el mero tiempo para
la siembra de maíz, frijol, calabazas, camotes, yucas, plátanos y otros.
Por la última milpa encontró a un
hombre sembrando maíz blanco y negro. Como ya era tarde ya no quiso pasar más,
entró a revisar los agujeritos para ver cuántos granitos de maíz le habían
puesto el hombre. Después entró a sembrar y el campesino no se dio cuenta de
cómo se terminó toda la siembra de su milpa.
Una vez terminada la siembra, el
campesino invitó al pobre Manuel a su casa. Al llegar le presentó a su esposa y
le dijo: “mira traigo este pobrecito que me ayudó a
sembrar y con él pude terminar la siembra de nuestra milpa”. La mujer salió a
recibir al pobrecito y le dio un abrazo.
Mientras el pobrecito descansaba, la
mujer estaba muy preocupada porque no tenía espacio suficiente en su casa para
hospedarlo, además no sabía cómo agradecerle su trabajo. Más tarde mató la
única gallina que tenía para convivir con la visita.
Cuando la mujer estaba desplumando la
gallina llegó el pobrecito junto a ella y le dijo: “no vayas a tirar las plumas
en cualquier parte sino que vas a dejarlas dentro del gallinero, déjalo bien
cerrado y hasta mañana lo abrirás como siempre”.
Cuando la cena ya estaba servida en
una mesita redonda, llamaron al pobrecito para que se sirviera con ellos.
Cuando entró bendijo la cena y al terminar vieron que casi no comió nada. Lo
dejaron dormir en la casita en donde ellos dormían y ellos durmieron en la
cocina.
Como a la media noche la mujer
despertó a su esposo porque ella desde la cocina miraba una vela encendida en
la casa donde estaba durmiendo el pobrecito, pero también se veía como la luna
llena cuando viene asomado desde el horizonte. Después de eso ya no se durmieron y vieron salir al
pobrecito.
La mujer fue a levantar el petate y
encontró una cosa envuelta bajo la almohada. En seguida el hombre sale
corriendo para alcanzar al pobrecito y entregarle lo que se le había olvidado.
Cuando lo alcanzó le entregó el envoltorio, pero él no lo quiso recibir y se lo
regresó para que se lo diera a la mujer.
Al llegar al hombre a su casa, cantó
el gallo desde el gallinero y decía “quihi quiriquito, quihi quiriquito”, que
quiere decir Jesucristo, Jesucristo. Mucha gente oyó cantar el gallo, y todos
lo que querían cambiar.
Al amanecer, la mujer abrió el
gallinero y vio salir primero a un gallo grandote, luego las gallinas, después
los polluelos de distintos tamaños y colores.
Entonces la mujer saltó de alegría y
le dijo a su esposa: “podemos dar gracias a Dios por la gran obra que su Hijo
hizo por nosotros”. Desde entonces quemaron vela e incienso.
El Elote
El pobre Manuel pasó a pedir unos
elotes a un campesino que estaba cortando su milpa, pero este no quiso
regalarle nada, además le dijo, que no están para regalar sino para vender al que
quiera.
En la tarde del mismo día vino un
fuerte ventarrón, tiró las mejores partes de la milpa y quedó como que alguien
pasó rodando un trozo de madera. Al otro día llegó el campesino y no sabía qué
hacer, se enojó y empezó a reclamar…
Más adelante llegó el pobre Manuel a
una milpa que apenas estaba en jilotes, ahí le regalaron una redecita de
jilotes, pero sólo dos agarró. Al otro día ya había elotes y cada caña estaba
cargada con dos mazorcas. También dieron gracias a Dios quemando vela e
incienso.
El pescador
Un día llegó el pobre Manuel a la
orilla de una laguna, allí encontró a un hombre pescando en una balsa, pronto
lo llamó y le dijo: “amigo, trae tu balsa y hazme el favor de pasarme de aquel
lado”.
Contestó el pescador: “Señor, mientras
vengo retírese tantito”, entonces el pobre Manuel se subió en un árbol que está
junto a la orilla de la laguna, este árbol se llama patathe.
Los perseguidores
Un grupo de hombres llegó también a la
orilla de la laguna, tratando de agarrar al pobre Manuel, comenzaron a buscar
por donde se veían las huellas. Uno de ellos se tiró a tomar el agua de la
laguna, y cuando estaba tomando el agua, miró a una persona sentada bajo el
agua y luego gritó diciendo: “¡véngan
todos, aquí está sentado bajo el agua a quien venimos persiguiendo!”.
Pronto se acercaron también a tomar agua, pues pensaban terminarla entre todos
y así poder agarrar al que está bajo el agua. Pero era solo la sombra que se
reflejaba de aquel que estaba sentado en la punta del árbol.
Después fueron retirándose uno por uno
porque ya no les cabía más agua en sus barrigas y uno de ellos, fue a tirarse
boca arriba bajo la sombra del patathe, en cuya punta estaba trepado al pobre
Manuel, aquél, al verlo, se levantó gritando: “!Hey, vengan todos a rodear el tronco
del patathe”. Y cuando ya lo tenían rodeando miraron al pobre Manuel que estaba
en la punta del patathe.
Todos intentaron subirse al árbol,
pero nadie lo logró porque se les resbalaban las manos en la corteza del árbol,
pero también porque estaban llenos de agua. Después trataron de cortar el
árbol, pero resulta que a cada cortada que le daban al árbol se iba haciendo
cada vez más grande y no pudieron hacer nada. El pobre Manuel se desapareció en
medio de ellos.
La fiesta del Carnaval
En cierto momento el pobre Manuel se
sintió muy solo, triste, desanimado y nervioso. Era totalmente infeliz, porque
no sabía qué hacer y los perseguidores se acercaban cada día más.
Un día llegó a un pueblo grande y ahí
platicó con algunas mujeres y algunos hombres. Con ellos organizó una fiesta
con la finalidad de que cuando llegaran los perseguidores se detuvieran un
poco.
Todo el pueblo aceptó celebrar la
fiesta sorpresa, nombraron sus alguaciles y cooperaron para que tuvieran todo
lo necesarios para la fiesta, principalmente en cuanto a la alimentación de los
visitantes que llegarían de los distintos pueblos cercanos.
La fiesta estaba muy divertida, unos
tocaban toda clase de instrumentos y otros cantaban, unos jugaban y bailaban
mientras otros mantenían orden y otros negociaban haciendo intercambio de
mercancías. De pronto llegaron los que perseguían al pobre Manuel, se acercaron
dónde estaban los músicos y encontraron a uno que tocaba muy bonito la
guitarra.
Le preguntaron que en donde había
aprendido a tocar la guitarra y en donde había comprado esa preciosa guitarra.
El músico contestó diciendo: “mi papá me enseñó a hacerla y él mismo me enseñó
a tocarla”, al oír esto todos quedaron admirados. Mientras los perseguidores se
entretenían en la fiesta, se desapareció el que tocaba muy bonito la guitarra y
ninguno de ellos se imaginó con quién había estado hablando.
En la fiesta estaban sirviendo una
vida bebida muy sabrosa que no dañaba a la gente. Los alguaciles la tenían
guardada en unos recipientes limpios y
muy resistentes, pero los perseguidores fueron a tirar a escondidas toda
la bebida y volvieron a llenar los recipientes otra vez, pero ya con sus orines
y dejaron todo ordenado como estaba.
Entonces la fiesta se desordenó, todas
las gentes se pusieron como locos y empezaron a regañarse, se gritaban diciendo
mentiras, se incapacitaron y así fueron retirándose uno por uno. Por eso ahora
el que toma demasiado trago se pone como loco porque ya estaba revuelto con un
líquido que penetra el mal a la gente.
Agarraron al pobre Manuel
El pobre Manuel estaba agotado por
todos los sufrimientos que le venían pasando en todos los lugares. Desmayado de
tanto sudor, sed y hambre, ya no aguantaba más. Por eso se hizo a un lado del
camino y se sentó bajo la sombra de una mata de plátano guineo real.
Mientras se recuperaba, llegó un
pájaro a pararse en las hojas del guineo, el pájaro comenzó a gritar de esta
forma: “¡pehe!, “¡pehe!, “¡pehe!,”. Cuando gritaba, agachaba la cabeza
señalando que alguien estaba bajo las hojas del guineo.
El pobre Manuel se sentía muy molesto
por causa del canto del pájaro, por eso lo maldijo diciendo: “No me gusta lo
que has hecho, ¡que feo!, ¡que feo eres!, no sirves para nada”.
De pronto llegó el grupo armado para
agarrar al pobre Manuel que desde lejos había oído el grito del pájaro. Cuando
llegaron, se dirigieron derecho hacia donde señalaba el pájaro. Rodearon y
agarraron violentamente al pobre inocente y le aplicaron toda clase de
torturas. Le salían sangre por todas partes de su cuerpo, por eso ahora existe
el guineo morado, por los golpes y la sangre que brotó del pobre Manuel.
El pobre Manuel estaba rezando de
rodillas cuando llegó el grupo armado por él, pero no respetaron su oración. El
pájaro que entregó al inocente pobre Manuel abre muy ancha su apestosa boca
para gritar. Hoy se llama este pájaro “fea” y comienza a gritar a las cuatro de
la mañana en los meses de marzo y abril. La carne de este pájaro no se come,
está prohibido por la maldición que tiene.
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